Por Diego Ontañón
Si entre nuestros lectores se encuentra alguno que ya tuvo la fortuna de conocer y pasear por las calles de este diminuto pueblecito de la costa de Liguria y la región de Cinqueterre, seguro que estará de acuerdo conmigo en que es de esos lugares que te dejan huella y algún día quisieras regresar.
Se conoce poco sobre su origen, pero parece que los primeros asentamientos fueron fundados por familias romanas de origen esclavo liberadas, y ya desde el año se aprecian elementos arquitectónicos, comunes en todo el litoral de Cinqueterre, que pretendieron frenar y resistir los continuos ataques a la costa por parte de sarracenos y piratas berberiscos, recibiendo el nombre de Castrum Vernatio, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El ambiente marinero de la aldea aflora con la presencia de un pequeño puerto con su rampa por donde las pequeñas embarcaciones se suben a la plaza principal, donde arcos, logias y portales aún recuerdan su pasado. La diminuta plaza cada día y sobre todo en el verano se llena de gente que, con sus helados, bebidas y focaccias aparecen como si fueran figuras diminutas de un cuadro de casas coloreadas. Al igual que el agua del torrente que baja desde las escarpadas montañas, los que llegan a Vernazza, sea en tren o caminando, llegando por el sendero azul desde los pueblos vecinos de Monterosso o Corniglia son conducidos a la plaza por pequeños y simpáticos callejones cada uno con su pedacito de historia.
El principal edificio de Vernazza, con el respeto de la torre Belforte, es la iglesia de Santa Margherita di Antiochia, que estira su cuerpo sin dejarse intimidar por las dos colinas que parecen arroparla. Patrona del pueblo y “protectora de las que van a parir”, su estilo gótico ligur se repite en otras iglesias de Cinque Terre. Se construyó en 1318 pero en el siglo XVI y XVII se fue ampliando su forma y cuerpo, que preside el centro del pueblo, en la plaza que da al mar conocida como “u cantu de musse“, donde la gente local venía a encontrarse y charlar. El interior -al que curiosamente se accede por el ábside y el altar- sobrio pero acogedor, no puede silenciar el sonido del mar que se escucha a veces como una singular orquesta de la madre naturaleza.
Otros lugares de obligatoria visita son el Castillo de los Doria con la Torre Belforte, desde cuyo mirador panorámico podemos disfrutar de la mejor vista de Vernazza, así como Santuario di Nostra Signora di Reggio y Viñedos, y también los viñedos y olivares que se encuentran en las laderas circundantes al pueblo que desde tiempos antiguos los habitantes de Vernazza han aprovechado las tierras fértiles de esta zona que, aunque empinadas, producen frutos de excelente calidad para la creación de aceite de oliva y óptimos vinos reconocidos mundialmente por su exquisito sabor.
Y si de sabores se trata, no dejen comer o cenar en “Vernazza Winexperience” con unas vistas y menú de primer nivel o también en “Ristorante Il Gambero Rosso” en la misma Plaza del Puerto, y en ambos sugiero probar los vinos de la región y dejarse aconsejar por los chefs para probar los exquisitos fiambres y las pastas cocinadas con pequeños pescados y mariscos del mar de Liguria.
Poca es la gente que se aloja en Vernazza, pero si usted puede hacerlo le sugiero el sencillo, pero muy aclamado hotel Santa Marta en pleno centro de la ciudad, desde donde podrá hacer excursiones caminado por preciosos senderos a los otros pueblos y playas de Cinqueterre que también merecen la pena para ser visitados.
Vernazza è attesa per voi…
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