El río Nilo es la arteria vital de Egipto y para los antiguos egipcios era un regalo de los dioses a los que se les construían templos fastuosos. Por lo general, estas edificaciones se encontraban a orillas del Nilo, como lo fue Kom Obmo, un templo inusual, con una historia por demás interesante como lo es todo en este país.
Este templo se construyó durante el gobierno del faraón de la dinastía XVIII Thutmosis III en el poblado de Kom Ombo, un área fértil situada en un punto estratégico donde confluían las rutas hacia el Valle del Nilo, el Mar Rojo y Nubia, pero también una zona donde abundan los cocodrilos. El templo fue dedicado al dios Sobek, representado como un cocodrilo o un hombre con cabeza de cocodrilo, que se creía que había sido el creador del mundo y se convirtió en un símbolo de la fertilidad del Nilo. La otra mitad se dedicó a Haroeris (Horus el Viejo) el halcón o un hombre con cabeza de halcón.
Cuando fue descubierto, el templo se encontraba en un estado lamentable de destrucción, que según cuenta la mitología fue responsabilidad del dios Sobek, porque obligó a Haroeris a abandonar el pueblo, con la consecuente migración de sus habitantes, algo que el dios cocodrilo no se lo esperaba. Para solucionarlo, resucitó a los muertos, pero ellos destruían en lugar de construir y sembraban arena, no trigo.
A pesar de esto y de algunas transformaciones que ha tenido a lo largo del tiempo, su grandiosidad es evidente; el templo de Kom Ombo luce majestuoso junto al Nilo. De su construcción original queda muy poco, lo que se ve en la actualidad se hizo bajo el gobierno de los reyes ptolemaicos y durante la dominación romana se le añadieron elementos que nos recuerdan al estilo grecorromano, es por eso que se pueden apreciar bajorrelieves con emperadores romanos haciendo ofrendas a los dioses egipcios, entre algunas otras cosas.
Al ser dedicado a dos dioses, podemos ver que tiene dos entradas iguales, dos salas hipóstilas (recintos cubiertos sostenidos por 10 columnas cada una) que se encuentran unidas, así como santuarios idénticos. La mitad que se encuentra en la parte occidental es la que pertenece a Sobek y la del oriente a Haroeris. Esta dualidad es lo que lo hace único.
Por donde quiera que se vea hay jeroglíficos de deidades, reyes y reinas. Interesante es la pared posterior del pasaje exterior del templo, donde se encuentra un relieve con el dios Imhotep con lo que parecen ser instrumentos quirúrgicos de la época.
Después de explorar el templo, se debe visitar el Museo del Cocodrilo, que se se encuentra muy cerca; ahí encontrarán cocodrilos momificados de diferentes especies que se han encontrado por la zona.
La civilización egipcia siempre ha sido motivo de estudios e investigaciones y pareciera ser que cada piedra tiene mucho que decir. Con toda seguridad Kom Ombo los dejará fascinados y con ganas de saber más.